LA MATERNIDAD DIVINA DE MARÍA

Instalado el Concilio de Éfeso el primer día de reuniones (22 de junio 431) se leyó la carta doctrinal escrita por San Cirilo de Alejandría, dirigida a Nestorio, que aprobada unánimemente definió a la Theotókos. La parte principal de la declaración fue dada en estos términos:

“No decimos que la naturaleza del Verbo, transformada se hizo carne; ni tampoco que se transmutó en el hombre entero, compuesto de alma y cuerpo; afirmamos, más bien, que el Verbo, habiendo unido consigo, según hipóstasis o persona, la carne animada del alma racional, se hizo hombre de modo inefable e incomprensible y fue llamado Hijo del hombre, no por sola voluntad o por la sola asunción de persona. Y aunque las naturalezas sean diversas, juntándose en verdadera unión, hicieron un sólo Cristo e hijo, no porque la diferencia de naturalezas fuese suprimida por la unión, sino porque la divinidad y humanidad, por misteriosa e inefable unión en una sola persona, constituyeron un solo Jesucristo e Hijo. Porque no nació primeramente un hombre cualquiera de la Virgen María, sobre el cual descendiera después el Verbo, sino que, unido a la carne en el mismo seno materno, se dice engendrado según la carne, en cuanto que vindicó para sí como propia la generación de su carne… Por eso (los santos Padres) no dudaron en llamar Madre de Dios a la Santísima Virgen”.

(Theotókos D III a)

El Papa Pío XI, en 1931, al conmemorarse el XV Centenario del Concilio de Éfeso instituyó en su honor la fiesta de María, Madre de Dios y determinó que su celebración sea el 11 de octubre