Es uno de los excelsos privilegios que Dios ha concedido a la Virgen Santísima.
El 8 de diciembre de 1854, el Papa Pío IX, en la Bula Ineffabilis Deus, proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción de María. En su parte medular manifiesta lo siguiente:
“… Para honor de la santa e indivisa Trinidad, para gloria y ornamento de la Virgen Madre de Dios, para exaltación de la fe católica y acrecentamiento de la religión cristiana, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles”.
Anteriormente el Papa Alejandro VII en la Bula Sollicitudo omnium Eccl., del 8 de diciembre de 1661, dejó consignado lo siguiente:
(§ 1) Existe un antiguo y piadoso sentir de los fieles de Cristo hacia su madre beatísima, la Virgen María, según el cual el alma de ella fue preservada inmune de la mancha del pecado original en el primer instante de su creación e infusión en el cuerpo, por especial gracia y privilegio de Dios, en vista de los méritos de Jesucristo Hijo suyo, Redentor del género humano, y en este sentido dan culto y celebran con solemne rito la festividad de su concepción; y el número de ellos ha crecido [siguen las Constituciones de Sixto V, renovadas por el Concilio de Trento 734 s y 792] … de suerte que… ya casi todos los católicos la abrazan…
(§ 4) Renovamos las constituciones y decretos… publicados por los Romanos Pontífices en favor de la sentencia que afirma que el alma de la bienaventurada Virgen María en su creación e infusión en el cuerpo fue dotada de la gracia del Espíritu Santo y preservada del pecado original…
Las Santas Escrituras lo señalan:
“Toda hermosa eres, amada mía, no hay tacha en ti”. (Ct 4, 7)
“Es un hábito del poder de Dios, una emanación pura de la gloria del omnipotente, por lo que nada manchado llega a alcanzarla”. (Sb 5, 25)
“Pues hay en ella un espíritu inteligente, santo, único, múltiple, sutil, ágil, perspicaz, inmaculado,…”. (Sb 7, 22)
En la Anunciación, cuando el ángel San Gabriel enviado por el Altísimo saluda a la Virgen de parte del Señor: “Y entrando, le dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor esta contigo”. (Lc 1, 28)[3]
Desde los comienzos de la Iglesia, los Santos Padres se pronunciaron sobre tan admirable privilegio. Citemos algunos:
San Efrén y San Basilio fueron los primeros en llamarla con el título de “Virgen siempre pura, siempre inmaculada”.
“Inmaculada e inviolada, incorrupta y totalmente púdica alejada del todo de la corrupción y mancha del pecado”. (San Efrén)
“Virgen preservada por gracia de toda mancha de pecado”. (San Ambrosio)
“Se la llama Inmaculada porque no sufrió corrupción alguna”. (San Jerónimo)
“En lugar de Eva, instrumento de muerte, se eligió a una virgen agradable a Dios y llena de su gracia, como instrumento de vida. Una Virgen parecida en todo a las demás mujeres pero sin participar en sus defectos: inmaculada, libre de culpa, limpísima, sin mancilla, santa en cuerpo y alma, una azucena entre espinas”. (Teodoto de Oriente † 430)
“Santa, Inmaculada de alma y cuerpo y libre completamente de todo contagio”. (San Sofronio)
“Inmune de toda mancha y caída, la única inmaculada, toda sin mancha, sola sin mancha alguna”. (San José el Himnógrafo)
“Desde su concepción fue prevenida en bendiciones de dulzura y ajena al decreto o escritura de condenación. Era totalmente inmune de la corrupción de la carne y extraña también a toda mancha de pecado”. (San Lorenzo Justiniano)
“Era necesario que la Madre de Dios fuese también purísima, sin mancha, sin pecado. Y así, no sólo de doncella, sino también de niña fue santísima, y santísima en el seno de su madre, y santísima en su concepción; pues no convenía que el santuario de Dios, la mansión de la Sabiduría, el relicario del Espíritu Santo, la urna del maná celestial, tuviera en sí la más mínima tacha. Por aquel alma santísima, fue completamente purificada la carne hasta del residuo de toda mancha, y así, al ser infundida el alma, ni heredó ni contrajo por la carne mancha alguna de pecado, como está escrito: “Fijó su habitación en la paz” (Sal 75, 3), es decir, la mansión de la divina sabiduría fue construida sin el fomes del pecado”. (Santo Tomás de Villanueva)
FRUTOS DEL DOGMA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
El Papa San Pío X con motivo del 50º Aniversario del Dogma de la Inmaculada Concepción (1904) escribió la Encíclica “AD DIEM ILLUM LAETISSIMUN” y proclamó un Jubileo extraordinario por este hecho. En esta Encíclica afirmó el Papa que “el dogma de la Concepción Inmaculada ayuda a conservar y aumentar las virtudes”, y más adelante: “por la Concepción Inmaculada se confirma la fe, se excitan la esperanza y la caridad”.
BEATO JUAN DUNS ESCOTO: EL ADALID DE LA INMACULADA
Finalmente hay que destacar que el gran defensor y propagador de la Concepción Inmaculada de María, que facilitó la definición del Dogma, fue el Beato Juan Duns Escoto, Doctor Sutil, llamado también Doctor Mariano, Doctor de la Inmaculada.
Su célebre argumento se resume en tres palabras: PUDO, CONVENÍA, LUEGO LO HIZO:
“PUDO Dios preservar a la Virgen de contraer la mancha original, porque es omnipotente.
CONVENÍA que lo hiciera, pues se trataba de la excelsa dignidad de su Madre.
LUEGO LO HIZO, pues Dios hace siempre lo más conveniente”.